sábado, diciembre 22, 2007


Antes que nada, felices fiestas a todos. Tanto a los que odian estas fechas, como a los que las aprovechamos para comer buen marisquito gratis y en cantidad jajaja...

Ahora que llega época de regalos, me gustaría hacer un pequeño homenaje a uno de mis regalos de la infancia, por no decir que ha sido mi gran regalo, sin duda. Es blandito, suave y cuando hace mucho frío lo apretujo fuerte fuerte, y él siempre ha estado a mi lado cuando lo necesitaba.

Mi osito hoy en día pasaría desapercibido en las estanterías de las tiendas de juguetes. Es blanco como la nieve, de un tejido que pasaría por ser demasiado obsoleto y antiguo, y lo que es peor para los niños de hoy en día: no habla si le aprietas en la barriga.

Su naricilla es de madera y sus ojos grandes como dos lagos rodeados de nieve. Es el primer regalo que recuerdo, tendría quizás 2 o 3 años... Y hasta ahora descansa siempre en un lugar privilegiado de mi cama. Desde allí controla al resto de peluches, porque él es el mayor, y tiene mucha sabiduría.

Hace años me confesó que a veces pasaba frío, y mi madre le calcetó una bonita bufanda que lleva puesta desde entonces. Cuando me ausento de casa un tiempo, en cuanto llego lo abrazo y le doy las gracias por haber controlado que nada en la habitación haya cambiado.

Nunca le puse nombre, siempre le llamé Osito. Porque fue el primero, y porque se lo merecía. Y llevo ya casi 20 años con él, que se dice pronto.

Llegaron nuevos peluches, nuevas muñecas, coches y casitas, pero nada le hacía ni le hará sombra. Él seguirá siendo para siempre mi Osito.

Gracias amigo :)

sábado, diciembre 15, 2007


Algo tan insignificante, algo tan pequeño que se escapa a las supuestas grandiosidades de la sociedad humana...
Es increible como cosas así nos pasan desapercibidas. Fijaros bien, ¡que maravilla! Una araña ha estado tejiendo su hogar, tejiendo mientras nosotros paseábamos por el jardín. Y ella, sin inmutarse, tejía y tejía como Penélope... Y creó esta tela. Y después vino el rocío, ese rocío otoñal que se escapa a toda lógica, a todo raciocinio, y que nos deja regalos como éste. Por cosas como esta merece la pena levantarse cada mañana, desperezarse y salir a la calle, con la bufanda hasta arriba y sintiendo el frío traspasar cada centímetro de tu cuerpo.
Me gustaría poder ser esa araña, al menos por un momento. Y dejarme caer... dejarme caer por un fino hilo de tela, sintiendo el viento en mi delicado cuerpo, sintiendo el baibén y dejándome llevar por la harmonía de la naturaleza. Poder construir algo tan increible, poder trazar en el cielo surcos y luego dejarme caer en un rincón. Descansando. Esperando. Y ver llegar a mi presa, dejarla hacer. Ver cómo poco a poco pierde su vida enrollada en la madeja, y acercarme cuando ya por fin ha dejado de patalear.
El ser humano se ha olvidado de algo esencial: somos animales, somos seres vivos en un planeta agonizante. Y nuestro androcentrismo nos impide ver que lo compartimos con otros seres, grandes y pequeños, que no se merecen lo que les estamos haciendo.
Desde aquí hago una petición, a todos los que me leeis... No olvidemos nuestros orígenes, no dejemos que lo esencial de nuestras vidas se pierda...


domingo, diciembre 02, 2007

Hoy tengo alegría en mi cuerpo!!!!

Hoy no voy a escribir sobre cosas tristes ni a quejarme de la humanidad. Hoy me levanté feliz, con ganas de comerme el mundo, con una buena carcajada!

Está el cielo nublado con riesgo de lluvia, cosa que a muchos entristece, pero a mí me alegra. Adoro el otoño y adoro las regalices. Me gusta la sencillez de las cosas, me gusta abrazar árboles y darles las gracias por darme este aire puro que respiro. Adoro escaparme a playas desiertas en esos días de invierno donde el aire te corta la cara. Pero una buena bufanda que me llega hasta la frente me calienta y a través de mis ojos llorosos puedo contemplar la inmensidad del mar.

Me gusta mi gente: mi familia, mis amigas, mis amigos, mi novio. Todos son geniales, y todos me aportan granitos de arena que conforman mi desierto de esperanzas. Son todos tan buenos...

Y también adoro a mis bichitos: mis perrucos, mis loros, mis patos, mis ocas... todos tan majos como siempre. Y entre ellos se llevan tan bien que me dibujan sonrisas cuando juegan...

Me gusta llorar de vez en cuando, aunque sea viendo un simple anuncio, porque llorar es de humanos, y me recuerda lo frágiles que somos.

Me encantan los cumpleaños ajenos, hacer regalos y pensar en sorpresas, porque las caras de felicidad son el mejor agradecimiento posible.

Leer un comic, una buena novela, dibujar paisajes, ver como mi madre pinta esos cuadros tan increíbles... Entrar en una iglesia y sentir ese olor a vela, a antiguo, con ese frío que te cala hasta los huesos y que libera tu alma... y perderme por las capillas viendo sus formas y capiteles. Sentir al salir el sol en la cara, tropezar en una acera y reírme de mí misma, coger la mochila y salir de excursión...

Hay tantas y tantas cosas en la vida que estar triste sería demasiado egoísta.