lunes, noviembre 16, 2009


Piensa que nadie la observa y murmura una dulce melodía. Su cuello, pálido, suave al tacto, se eriza con una corriente de aire demasiado fría. El escalofrío va recorriendo lentamente su cuerpo agotado, como si de un suspiro se tratara.

Es una mujer anónima.

Nadie le ha dicho que hoy estaba muy guapa con su nuevo vestido, ni tan siquiera la han mirado de refilón al pasar por la ventana. Vive entre cuatro paredes. Dice vivir. Los días pasan y su piel tersa dejará de serlo, su cabello dorado se teñirá de canas y la luz de sus ojos se apagará dejando a oscuras los recuerdos.

Es una mujer triste.

Frente al espejo simula ser quien no es, sonriendo hasta que el carmín de los labios se desfigura en una mueca trágica y cómica a la vez. Sueña con poder ser otra, con sentirse deseada, con que los ojos de algún hombre se posen en su alma.

Es una mujer que grita.

Grita pidiendo ayuda, que alguien la saque de su jaula. Pero la gente no la ve, camina ciega en su día a día, y Ella pasa a convertirse en una sombra en un cuadro de claroscuros.