Una respiración contenida...
La piel se eriza protegiendome del frío.
Sábanas blancas.
El sol de la mañana traspasa el cristal de la ventana, proyectándose sobre su cuerpo. Las cortinas danzan, juguetonas, impidiendo que la brisa llegue hasta donde me encuentro. Observo la escena sentada en una esquina de la habitación, en un sofá desgastado que se pega a mi piel. Él está durmiendo, con las sábanas enroscadas en sus tobillos atrapándole en un camino de sueños. Sueños que quizás son más dulces que la realidad, pues una sonrisa se dibuja en su boca al compás de la respiración.
Al otro lado de la ventana varios árboles se sacuden el rocío, y el cielo, azul cobalto, sin apenas nubes, refleja un mar cansado de tempestades.
Un viejo reloj de pared pone ritmo a la escena.
Tengo frío, pero no quiero moverme. Quiero congelar este momento.
Al otro lado de la ventana varios árboles se sacuden el rocío, y el cielo, azul cobalto, sin apenas nubes, refleja un mar cansado de tempestades.
Un viejo reloj de pared pone ritmo a la escena.
Tengo frío, pero no quiero moverme. Quiero congelar este momento.