domingo, febrero 28, 2010



Una respiración contenida...

La piel se eriza protegiendome del frío.

Sábanas blancas.



El sol de la mañana traspasa el cristal de la ventana, proyectándose sobre su cuerpo. Las cortinas danzan, juguetonas, impidiendo que la brisa llegue hasta donde me encuentro. Observo la escena sentada en una esquina de la habitación, en un sofá desgastado que se pega a mi piel. Él está durmiendo, con las sábanas enroscadas en sus tobillos atrapándole en un camino de sueños. Sueños que quizás son más dulces que la realidad, pues una sonrisa se dibuja en su boca al compás de la respiración.


Al otro lado de la ventana varios árboles se sacuden el rocío, y el cielo, azul cobalto, sin apenas nubes, refleja un mar cansado de tempestades.


Un viejo reloj de pared pone ritmo a la escena.


Tengo frío, pero no quiero moverme. Quiero congelar este momento.



viernes, febrero 05, 2010


A veces mi alma se escapa y queda sólo mi cuerpo. Mi casa deja de ser mi casa, mi rostro se vuelve un extraño ante el espejo y todos mis pensamientos, buenos y malos, se desvanecen. Es como empezar a vivir de nuevo, como volver a ver el mundo con otros ojos. El árbol de la colina no es el de siempre, puedo buscar nuevas sensaciones, nuevas caras en las de mis amigos. Puedo incluso sentir más que lo que sentiría normalmente, porque todo se ve etéreo, como en un sueño, pero a la vez claro y brillante. Como cuando despiertas de un sueño profundo y tardas en reconocer tu cuarto... sí, es esa la sensación. Un desamparo que sin embargo me parece agradable, que me permite conocerme de nuevo y volver a conocer a los demás.

Sin embargo a veces desearía no despertar de ese insomnio, que mi alma siguiera alejada de mi cuerpo para poder seguir sintiendo lo mismo una y otra vez. Esa sensación de que todo es diferente.

Me cuesta mucho describirlo, es como despojarte de ti mismo, como quitarte las cargas, emocionales y materiales, quedando sólo el cuerpo. Lo tangible, lo que me permite sentir, sin más. Es como volver a ser libre...

Porque a fin de cuentas, vivimos encerrados en jaulas con las puertas abiertas.

lunes, febrero 01, 2010


Me da igual, voy a seguir saltando charcos, con el barro hasta los tobillos, y con lágrimas negras en los ojos. A fin de cuentas sólo se vive una vez...