A veces me quedo sin fuerzas, esperando a que una mano fuerte me coja y tire de mí para sacarme del pozo. Otras, escalo yo sola, colocando los pies en las rendijas de las piedras, poco a poco, aunque tiene mucho verdín y me resbalo.
Me pregunto cuándo terminaré de escalar, cuándo podré salir. Por las noches contemplo con los ojos muy abiertos el círculo de cielo allá arriba. Si soy paciente, puedo ver la luna, grande y luminosa.
Quién fuera pájaro... y así poder salir volando.