Ha pasado un año desde la última vez que escribí aquí. Pensé que no lo volvería a hacer, pero aquí me encuentro, buscando de nuevo las palabras exactas con las que salir del paso de sentimientos y sensaciones que me envuelven. Muchos cambios en la vida, pero hoy escribo porque me siento vacía. Pese a los cambios, pese al paso del tiempo que siempre ayuda a curar viejas heridas... siento que algo dentro de mí se ha evaporado. Intento ser honesta conmigo misma, pero es realmente difícil cuando tienes a tanta gente pendiente de lo que hagas o decidas. Ojalá las cosas fueran más sencillas.
Echo de menos muchas cosas, pero en especial echo de menos la luz de allí, que me envuelve y me da calidez, y me recuerda a mi infancia. Por eso en días como hoy intento cerrar fuerte los ojos para poder recordarla, acariciando mi cuerpo una vez más, antes de fundirse con mi piel. Esas tardes de otoño viendo el mar, oliendo el mar, con la sensación de que nada malo me podrá pasar. Los humanos construímos refugios más allá de nuestras casas, las personas y nuestro entorno forman parte de él. Y yo me siento fuera de mi lugar, desamparada y a la vez con la impresión de que tarde o temprano alguna sombra cubrirá el horizonte.
Muchas veces pienso que debería tomarme un descanso mental, poder limpiar mis ideas del hollín acumulado del paso de los años. Cómo cambian las cosas a veces... cómo cambiamos las personas.
De nuevo el pájaro en la nieve...
Quién sabe si escribiendo lo que siento consigo encontrar la salida al laberinto.