sábado, abril 05, 2008




En Cultura Contemporánea nos han mandado hacer un trabajo libre, y mi grupo y yo hemos escogido hacerlo sobre Virginia Woolf. Una mujer quizás adelantada a su tiempo, de esa clase de personas que rozan la genialidad con los dedos para después atraparla para siempre entre los hierbajos que crecen en los cementerios.

Y sorteamos los libros. Y a mí me tocó Orlando. Orlando... un ser de ayer y de hoy, alguien que tenía todo por vivir y cayó en lo más hondo. Amaba la soledad, la naturaleza, daba largos paseos en busca de lo que no encontraba entre las lujosas paredes de su mansión victoriana.
Orlando pasaba de la felicidad a la tristeza en los segundos en los que tarda en llegar al suelo la flor del cerezo. Su mayor defecto: ver la muerte y no la vida. Observar una rosa y verla marchitar...

Y siento que yo también observo a veces la vida desde esa perspectiva. No veo la vida, veo la muerte. Veo cosas y sólo puedo pensar en que pronto terminarán, en que llegará un día en que nada sea así, y todo termine. Como las rosas cuando se marchitan.
Hace tiempo conocí a alguien semejante. Un hombre condenado a ver para siempre la muerte en cada grano de arena de la vida. Y pensé que no habría nada más horrible... que no habría condena más terrible para la humanidad que ver su propia derrota.
Porque a fin de cuentas, acabaremos todos en el mismo lugar.

1 comentarios:

Esther dijo...

Quiero leer ese libro... parece muy interesante vuestro trabajo, y tu descripción, me ha gustado ^^.

Ver la muerte y no la vida, por una parte supongo que habrá un afán de vivir mayor pero... vivir cada día pensando en que acabará, creo que hay tiempo para pensarlo, y no dejarnos llevar por el hecho de que acabaremos muriendo.