jueves, abril 28, 2011

Hace frío...

El sol se ha vuelto una bola desfigurada de fuego rojizo.

Silencio.

Más allá del valle, las montañas rasgan el horizonte.

Caminas despacio, arrastrando los pies por el camino de grava. A lo lejos una luz tintinea. Te acercas. Es una cabaña, con un candil en la puerta. Tus nudillos rozan la puerta, que se abre sola. Entras y a un lado la chimenea crea dibujos con las llamas. Al otro, una mujer sentada en una mecedora te da la espalda. Su pelo cobrizo resvala con suavidad por el respaldo de la silla. Avanzas con cautela, pero ella se levanta. Está desnuda. Su cuerpo blanco contrasta con la oscuridad de la estancia. Tu corazón empieza a latir. Se acerca y te coge la mano. Os arrastrais hasta la chimenea, y lentamente te quita la ropa mojada por el rocío. Os sentais en el suelo, lleno de polvo, y te dejas llevar por el calor del fuego. Cierras los ojos y sólo escuchas estallar la madera. Te duermes. Cuando despiertas, la mujer ya no está. Tu cuerpo no reacciona, amortajado por el frío. Te vistes y sales al porche de la casa. La luna grande y blanca ilumina el bosque.

De pronto, a lo lejos, ves una silueta. Un ciervo, con una hermosa piel cobriza cruza el páramo internándose en la espesura.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Caray que bonito, me encantaría recorrer ese amino de grava y sentir el calor del fuero, que fantástico los mundos que creas...quiero ir contigo en el siguiente viaje¡¡¡