Desde que era muy pequeña siempre me llamaron la atención los laberintos, esos rincones mágicos donde perderse. Es curioso que de la mente humana surgiera la idea de crear un intrincado de caminos para, por un lado, invitar a la meditación y a la soledad, y por otro, elaborar un desafío estratégico para el osado que se adentrase en sus dominios. ¿No es curioso, pues, que el hombre, desde tiempos inmemoriables, haya querido invitar a jugar a perderse a tantas y tantas generaciones?
La palabra laberinto procede del griego λαβύρινθος (labýrinzos), y de allí nos llega la historia antigua más conocida que tiene que ver con uno de estos intricados caminos. Pese a que ya los egipcios hacían referencias a ellos, e incluso hablando ya en términos más cercanos a nosotros, nuestros antepasados de la Edad de Bronce elaboraban en piedras los dibujos de un laberinto univiario (es decir, que sólo tiene un camino, no hay más posibilidades que la de seguir siempre hacia adelante para encontrar la salida), la referencia que mejor conocemos todos es la historia del Minotauro y el laberinto.
Minos mandó construir expresamente un laberinto en Cnosos (Creta) para encerrar en él al Minotauro. Cuenta la leyenda que el dios del mar Poseidón donó al rey Minos un hermoso toro blanco para sacrificarlo en su honor, pero Minos, prendado de la belleza del toro, sacrificó a otro y escondió entre su rebaño al toro blanco. Poseidón, furioso, hizo que la hermosa mujer de Minos, Parsifae, se enamorase del toro, y fruto de ese "amor" nació el Minotauro, un ser con cuerpo de hombre y cabeza y rabo de toro. Debido a que Dédalo (aquitecto y artesano) había ayudado a Parsifae en la consumación de su acto, Minos lo castigó mandándole construir un laberinto de tal complejidad y magnitud que impidiese encontrar la salida al Minotauro. Parte de la maldición inflingida por Poseidón hacía que el Minotauro debiera alimentarse de carne humana cada 7 años, de forma que, llegado el momento, eran introducidos en el laberinto 7 hombres y 7 mujeres vírgenes que acababan siendo presas del hambre de la bestia. Finalmente Teseo, futuro rey de Atenas y hombre valeroso, entró en el laberinto haciéndose pasar por uno de los hombres vírgenes de la ofrenda y acabó con la desdicha del Minotauro matándolo. Pudo salir del laberinto siguiendo el hilo que Ariadna , hermana del Minotauro, le dejó para que no fuese presa de los intrincados caminos del laberinto.
Pero no todo es leyenda, pues los textos antiguos hacen referencia a cuatro grandes laberintos: el de Egipto ubicado en el lago Moeris, el griego de la isla de Lemnos, el etrusco de Clusis y el cretense de Cnosos del que hemos hablado. Las propias monedas de Cnosos hacían referencia al laberinto.
Leyendo todo esto, ¿no os entran ganas de perderos en alguno de los laberintos, unos olvidados, otros desaparecidos ya, que son una demostración bien antigua de la capacidad del ser humano por imaginar y ponerse desafíos?